OPINIÓN PERSONAL:
Las dos fueron movimientos populares contra un gobierno dictatorial
(Porfirio Díaz, en México; Batista en Cuba), sin embargo, ocurrieron en épocas
muy diferentes y sus consecuencias lo fueron también.
En el caso de México, en 1910 fue la revolución más avanzada de su tiempo en cuanto a sus conquistas sociales, pues trajo consigo el control de los recursos naturales, como el Petróleo, instituciones de bienestar social, así como la consolidación de un estado laico, que a la fecha no existe casi en ningún otro país de América Latina.
En Cuba, la revolución se desató a fines de los años 50, cuando ya existía el bloque socialista y la guerra fría. Cuba por tanto pudo intentar la formación de un estado socialista, aboliendo la propiedad privada y las estructuras capitalistas. Es a la fecha uno de los pocos países que mantiene una constitución de ese corte.
Sin embargo, el avance del capitalismo ha hecho que los gobiernos de ambos países vayan abandonando los principios de sus revoluciones, lo cual en lo personal me parece lamentable.
En el caso de México, en 1910 fue la revolución más avanzada de su tiempo en cuanto a sus conquistas sociales, pues trajo consigo el control de los recursos naturales, como el Petróleo, instituciones de bienestar social, así como la consolidación de un estado laico, que a la fecha no existe casi en ningún otro país de América Latina.
En Cuba, la revolución se desató a fines de los años 50, cuando ya existía el bloque socialista y la guerra fría. Cuba por tanto pudo intentar la formación de un estado socialista, aboliendo la propiedad privada y las estructuras capitalistas. Es a la fecha uno de los pocos países que mantiene una constitución de ese corte.
Sin embargo, el avance del capitalismo ha hecho que los gobiernos de ambos países vayan abandonando los principios de sus revoluciones, lo cual en lo personal me parece lamentable.
REVOLUCIÓN MEXICANA
Al frente de este movimiento antidictatorial de retorno a la legalidad constitucional estaba Francisco I. Madero, miembro de una familia adinerada de Cohahuila lo que le posibilitó ser educado en Francia y en Estados Unidos. Su carrera política se inició en 1904, como miembro de una candidatura en elecciones municipales. Fundó el Club Democrático Benito Juarez y empezó a desempeñar pronto un papel principal en la organización de la oposición al régimen. En 1909 publicó el libro ¨la sucesión presidencial¨ que, a pesar de la mediocridad de las ideas que él expresaba, ejerció gran influencia.
Tras crear el Centro Antireeleccionista de México con un grupo de hombres como Filomeno Mata, José Vasconcelos o Luis Cabrera lanzó un manifiesto con su pensamiento político en el que se atribuían a la dictadura los males del país, la corrupción en la administración de justicia, la situación de inferioridad de los mexicanos frente a los extranjeros y la destrucción del espíritu público.
En las elecciones primarias - o de electores- del 27 de Junio de 1910 quedó virtualmente reelecto el Presidente Porfirio Díaz comenzando así con su séptimo mandato. La oposición clamó al cielo, y con razón, por la forma en que habían sido manipuladas las elecciones. El Presidente Díaz, que había anunciado su retirada el año anterior, decidió presentarse al ver el impacto popular de Francisco Madero, candidato del partido antirreeleccionista.
Así, acusado por instigación a la rebelión en San Luis Potosí y como medida preventiva, Madero es detenido. Poco después, consigue escapar y se refugia en San Antonio (Tejas). Es allí, en 1910 donde hace público su plan de San Luis, manifiesto político en el que declara nulas las elecciones, se ratifica el principio de No reelección y tiende una mano a los sectores agrarios descontentos con el régimen porfirista, al declarar sujetas a revisión las disposiciones abusivas sobre terrenos baldíos, que serían restituidos a los campesinos despojados de modo arbitrario.
El plan fijaba fecha para que, de las seis de la tarde del 18 de noviembre en adelante, todas las poblaciones de la república se levantasen en armas. Se practicaron redadas de maderistas, pero el campo se levantó contra el dictador. Tanto los campesinos, como los pequeños propietarios y los comerciantes rurales respondieron a la llamada.
Grupos de campesinos en Chihuahua, acaudillados por Pascual Orozco, Pancho Villa y Abraham González entre otros emprendieron la guerra contra la dictadura. En Sonora, el líder fue José María Maytorena; Eulalio y Luis Gutiérrez en Coahuila; en Baja California Luis Leyva; en Guerrero los Figeroa; en Zacatecas el liberal Luis Moya y en Morelos, Emiliano Zapata. Todos reconocían como jefe a francisco Madero, ausente en su exilio tejano, excepto el partido liberal de los hermanos Magón.
Entre noviembre de 1910 y mayo de 1911, apenas en medio año, se desplomó un régimen que había durado treinta y cuatro. La solidez de la dictadura se había ido erosionando con el paso del tiempo, presa del envejecimiento de sus hombres y de las querellas internas entre el general Bernardo Reyes y sus partidarios, con los ¨científicos¨.
El poderoso ejercito, dirigido desde el palacio nacional por Porfirio Diaz (nominalmente 31.000 hombres, en realidad poco más de 14.000 incluidos los rurales), mandado por generales viejos e ineptos en los puntos de mayor responsabilidad, fue víctima de las emboscadas de las guerrillas de Orozco, Villa...en el Norte y de Zapata y sus lugartenientes en el Sur. La revolución se extendía por Coahuila, Aguascalientes, Tlaxcala y Yucatan aunque seguían siendo Chihuahua y el Norte de Durango los focos más importantes, ante la impotencia del ejercito federal y de los rurales.
La inminencia de un estallido revolucionario que difícilmente podría se contenido por el ejercito, causó una considerable alarma a las autoridades de los Estados Unidos. Así el 7 de Marzo de 1911, 30.000 soldados del ejercito de los Estados Unidos fueron trasladados a la frontera con México, por orden del Presidente Taftquien, que había manifestado su voluntad de intervenir en el caso de que por muerte o derrocamiento, estallase la revolución. Pero el movimiento revolucionario ya estaba en marcha desde noviembre. La incapacidad del Gobierno para someter a los insurrectos hizo perder el temor a los sectores populares. Peones y obreros engrosaban las filas revolucionarias y las poblaciones les daban apoyo e información. La toma de la ciudad Juarez por las tropas de Orozco y Villa permitió a Madero establecer en ella su Gobierno provisional dando un renovado impulso al movimiento. El avance del ejercito del Sur hacia la capital y las violentas manifestaciones que allí se sucedieron, obligaron al dictador a firmar, el 21 de mayo de 1911, el tratado de ciudad Juarez. Dos semanas antes, el 7 de mayo, Díaz había anunciado que se retiraría "pero no en estos momentos difíciles" sino cuando "mi conciencia me diga que, al retirarme, no entregaré el país a la anarquía", palabras textuales del dictador Porfirio Díaz.
El tratado suponía la renuncia y exilio de Díaz, pero también la dimisión de Madero, la formación de un Gobierno provisional y la celebración de elecciones ya que, el dirigente revolucionario quería acceder al poder por vía democrática y no deber la magistratura ni a sus jefes militares, ni a los Estados Unidos, cuyas fricciones con Porfirio Díaz dieron libertad de acción a los revolucionarios y presionaron a este con la amenaza de intervención si no abandonaba el poder.
La presidencia interina, encargada de pacificar el país y convocar elecciones generales, la asumió el ministro de relaciones Francisco León de la Barra que debía aplicar amnistía por delitos de sedición y licenciar a las fuerzas revolucionarias, lo que significaba dejar en manos del Gobierno derrotado el aparato estatal y suspender las reformas sociales, políticas y económicas del Plan San Luis. El descontento general crecía, las tropas revolucionarias se negaban a licenciarse, las huelgas e invasiones de tierras proliferaban. Zapata y los suyos presionaban al Gobierno para que llevara a cabo el plan de restitución de tierra prevista en el Plan de San Luis; en caso contrario no entregarían las armas, como no lo hicieron, a pesar del arbitraje de Madero.
Los conflictos entre revolucionarios obligaron a adelantar las elecciones, a las que concurrió Madero encabezando la lista del recién creado Partido Constitucional Progresista, acompañado por José María Pino Suarez como candidato a la presidencia. Las elecciones del 1 y 15 de octubre de 1911 les dieron la victoria rotunda. Madero se proclamaba Presidente de la república y Porfirio Díaz marchó exiliado hacia Europa junto con el vicepresidente Corral.
El Gobierno de Madero no tardó en desmoronarse. Las alianzas entre las clases medias y el campesinado y entre sectores urbanos y rurales, comenzaron a quebrarse, mientras pervivía el entramado porfirista; los grupos radicales dentro del maderismo, como el Bloque Renovador, de Luis Cabrera actuaban con indisciplina y la oposición, que destruía proyectos constructivos propagando rumores catastrofistas. Con todo ello, Madero debía realizar un plan político que dejara satisfecho tanto a los grupos reaccionarios, que pretendían volver al régimen anterior como a los revolucionarios, que exigían tierras, justicia y salarios más elevados.
El Plan de San Luis preveía la restitución de la tierra a los despojados ilegalmente de ella y el fomento de la pequeña propiedad. Pero también se arbitraron otras medidas como la asignación de tierras estatales o baldías y la compra a particulares para dotar a los pueblos de tierras comunales.
Estas medidas recuperaron 21 millones de hectáreas de terrenos nacionales, pero no dejaron satisfechos por completo a los diputados revolucionarios que presentaron varios proyectos de ley de un carácter más radical. Así, los planes de Luis Cabrera proponían expropiar las tierras necesarias para la dotación y la reconstrucción de ejidos a los pueblos y favorecer la dotación de latifundios mediante una política fiscal equitativa.
La proliferación de huelgas, sobre todo en los sectores minero y textil, paralizaron, en este ultimo, al 80 por 100 de las empresas. El Gobierno creó una oficina de trabajo que, en menos de un año, había mediado con éxito en 70 conflictos. La jornada de trabajo quedaba reducida a diez horas (anteriormente eran doce) dictándose una ley sobre accidentes de trabajo que, junto a los aumentos de sueldo, la ampliación de hospitales gratuitos y los comedores escolares, entre otros adelantos, fueron aportaciones del Gobierno de Madero al bienestar social, en un contexto económico no excesivamente deteriorado, con un superávit en la balanza comercial de cien millones de pesos, una mejora en la recaudación y un aumento de los impuestos sobre artículos de lujo o no de primera necesidad.
Desafortunadamente, Madero no pudo hacer mucho más, todos los grupos revolucionarios reclamaban sus derechos por haber participado en la revolución. Zapata y los suyos fueron los primeros en levantarse contra Madero exigiéndole, como condiciones para deponer las armas y disolver sus fuerzas, la promulgación de la ley agraria, el retiro de las tropas, el indulto general para todos los insurrectos y la destitución del gobernador del Estado.
Al no aceptar el Presidente estas condiciones se proclamó la rebeldía formal el 25 de noviembre de 1911, en el llamado ¨Plan de Ayala¨ en el que se desconocía a Madero y se nombraba jefe de la revolución a Pascual Orozco y, en su defecto, a Emiliano Zapata. Bajo el lema de ¨Tierra , Libertad, Justicia y Paz¨ el plan, obra del maestro de primaria Otilio Montañon ya que Zapata, aunque muy inteligente, era analfabeto, trata de resolver el problema agrario por medio de restitución, dotación y nacionalización de tierras, montes y aguas.
La restitución se haría a los pueblos y ciudadanos que tuvieran títulos de propiedad; para la dotación se expropiaría, previa indemnización, la tercera parte a los monopolizadores y se nacionalizarían las propiedades de los enemigos del Plan, destinando dos terceras partes a indemnizaciones de guerra, pensiones a viudas y a huérfanos e la revolución. Pero la mayor importancia del plan radica en su capacidad de canalizar las aspiraciones campesinas, no sólo del Estado de Morelos, centro del poder zapatista, sino también en San Luis Potosí, con los hermanos Cedillo y hasta en el lejano Chihuahua.
El enfrentamiento armado comenzó inmediatamente y se extendió desde Morelos a los Estados vecinos de Guerrero, Tlaxcala, Puebla, México e incluso a el Distrito Federal. Las tropas del Gobierno no lograron dominar la insurrección y fracasaron, tanto al aplicar la dureza represiva, llevada a cabo por el general Huerta, como al intentar establecer una política conciliadora, caso del general Felipe Argeles. Los campesinos siguieron luchando por conquistar sus derechos.
En la misma línea de obligar al Gobierno a cumplir los compromisos firmados en el Plan de San Luis, se insertó el levantamiento de Pascual Orozco, jefe del ejercito de Chihuahua, dotado de una enorme popularidad ya que meses antes había conseguido reducir las sublevaciones del General Reyes y la de los hermanos Vazquez Gómez.
Orozco, a quien Zapata había ofrecido la jefatura en el Plan de Ayala, se encontraba dividido entre sus sentimientos revolucionarios y su obediencia al Presidente. Finalmente, eligió el camino de la rebelión el 25 de Mayo de 1912 con objetivos socialmente revolucionarios, pero financiado, debido a la necesidad, por las familias más destacadas de la oligarquía porfirista de Chihuahua, que pensaban utilizar su triunfo para sus propios fines.
El plan orozquista proclamaba, entre otras cosas, la jornada laboral de diez horas, restricciones al trabajo infantil, mayores salarios, reforma agraria, nacionalización del ferrocarril y el empleo de trabajadores mexicanos, hasta entonces discriminados en favor de los norteamericanos.
Con un gran ejercito, Pascual Orozco se dirigió hacia la capital venciendo al ministro de la guerra de Madero, José González Palas, que se suicidó al ver a su ejercito profesional derrotado por las improvisadas tropas de Orozco. El mando del ejercito federal pasó al general Huertas, cuyo talento militar y la falta de munición de los orozquistas le dieron la victoria.
Al hallarse el régimen debilitado por las constantes rebeliones y la oposición política, un amplio sector de porfiristas creyó encontrar la ocasión política para apoyar la quinta rebelión sería contra el Presidente Madero. Su caudillo fue esta vez el sobrino de Porfirio Díaz, Félix Díaz, que se levantó en Veracruz el 16 de octubre de 1912.
El movimiento ¨felicista¨, como así se hacían denominar, de orientación claramente contrarrevolucionaria, aglutinaba el descontento de los distintos grupos de partidarios del dictador y constituyó una seria amenaza para el Gobierno al apoderarse del puerto de Veracruz, sobre el golfo de Campeche con el apoyo de dos regimientos.
El motivo aducido para la insurrección fue la acusación de haber humillado el Presidente el honor del ejercito al dar el mando de las guarniciones más importantes a generales revolucionarios autodidactas, por delante de mandatarios de carrera. El levantamiento no fue secundado más que por las tropas de guarnición en Veracruz; el resto del ejército permaneció leal.
No le fue fácil a Félix Díaz resistir en esas condiciones; se rindió a fines de octubre (el 23 concretamente) y poco después pasó ante el tribunal militar que le condenó a muerte. Madero, presionado por el elemento conservador, conmutó la pena por la de prisión que cumplió en la penitenciaria del Distrito federal.
El fracaso de Félix Díaz se sumaba al del general Bernardo Reyes, la otra figura de prestigio entre los porfiristas. Reyes, que había proclamado el Plan de Soledad el 16 de septiembre de 1911, preparó su rebelión desde Tejas, donde fue acusado y detenido por violentar las leyes norteamericanas sobre neutralidad. Su movimiento no fue seguido. Se rindió el 25 de diciembre de 1911 y fue llevado a la capital prisionero.
Tras su derrota, los dos generales se dedicaron a conspirar contra el Gobierno que les había perdonado la vida, mientras el Estado era acusado cada vez más por sus enemigos ideológicos en la prensa y en el Congreso.
REVOLUCIÓN CUBANA
Cuba, Puerto Rico y Filipinas fueron las dos útimas colonias españolas cuya pérdida, tras la rápida guerra de 1898, sumió a la metrópoli en una célebre meditación sobre su identidad. Después de tres años de ocupación militar norteamericana- quizás una de las Administraciones imperialistas mas rentables-, Cuba accedió a la independencia de 1902.
Pero Cuba independiente fue algo muy parecido a un protectorado de Estados Unidos, aunque todos sus Presidentes, de 1902 a 1933, hubieran luchado como soldados en la cruel guerra de independencia de 1895 a 1898, sumió a la metropoli en una celebre meditación sobre su identidad. Despues de tres años de ocupación militar norteamericana, Cuba accedió a la independencia en 1902.
Lentamente penetraron las empresas norteamericanas en la isla. Siendo el azúcar la principal riqueza de Cuba, estas empresas consiguieron copar un creciente porcentaje de la misma. Y al igual que en otros países sudamericanos, se apropiaron de los servicios públicos. Los jóvenes cubanos estudiaban en universidades norteamericanas. El embajador de Estados Unidos era, por lo general, la personalidad política influyente de la isla, más importante a veces que el Presidente. En 1905 y 1917, la intervención de los marines libró al país de una guerra civil tras unas reñidas elecciones.
La cultura norteamericana se impuso y prevaleció en la vida intelectual cubana. En un país cada año más rico, había cada vez menos sitio para las necesidades del espíritu. Por sus características y por sus ministros, la iglesia era española. También estaba en manos de españoles el comercio de la Habana. Y, anualmente, emigrantes gallegos incrementaban la colonia española, cosa natural en un país en expansión, más próspero que el sur de Europa.
Norteamérica proporcionaba la imprescindible protección estratégica. Con ello parecía asegurado el equilibrio, en política y en negocios, de anglosajones y latinos. Sólo unos pocos profesores esgrimían el nacionalismo pero no entorpecían la avanzada marcha de las riquezas.
En muchos aspectos hubiera sido lógico que Cuba se anexionara a Estados Unidos a principios de siglo. Texas, California, Luisiana y Florida eran fronteras latinas cuya población se absorbiá felizmente en la Unión. Elevó así su nivel de vida y conservó mucho de su vieja cultura. Mas las dos guerras de independencia de los sesenta y noventa encendieron una discordia difícil de apagar.
El nacionalismo cubano era débil, pero existía. Una concesión se obtuvo en 1898, cuando el Senado norteamericano impidió la tentación de anexión. Mas, con ello, las relaciones entre Norteamérica y Cuba quedaron hondamente deterioradas: estaban tan lejos de la independencia como de la absorción, con lo que la perturbación era posible.
La presencia de Gerardo Machado la hizo inevitable. Se trataba de un hábil hombre de negocios que, al igual que sus antecesores, había sido general en la guerra de la independencia. Limpiamente elegido en 1924, tomó posesión de su cargo en mayo de 1925.
Su Gobierno no era más corrupto que el de sus predecesores. Machado aunque tenía un pasado poco claro, fue un Presidente enérgico y decidido. Su capacidad ejecutiva supuso un sensible avance respecto a la del doctor Zayas. Sin embargo, Machado no pudo atajar la crisis progresiva que siguió a 1925. Ese año, la producción de azúcar en Cuba alcanzó su máxima cota hasta la revolución de Castro. Pero la caída de la demanda provocó la consiguiente merma de ingresos y la baja en el nivel de vida de un país que había llegado a depender casi por completo del azúcar para su economía.
Las diferentes rebeliones estudiantiles que se sucedieron en la Universidad de la Habana, en clara imitación a las producidas en Argentina, tuvieron gran importancia. Y junto a ellas, el auge de las pequeñas organizaciones socialistas, anarquistas y comunistas que habían cobrado forma en los años veinte en complejos azucareros, factorías tabacaleras y muelles. Ambos movimientos de protesta se combinaron durante la depresión. Machado se permitió la indulgencia de creerse indispensable y en la amañada convención constitucional, en 1928, abolió la vicepresidencia y se otorgó otro periodo de mandato, sin reelección, por seis años.
Tan ilegal maniobra era un flagrante incentivo a la protesta, y a la violencia de parte de la oposición, estudiantes y obreros, se sumó la posibilidad de actuación de oficiales disconformes, de los que había en Cuba amplio muestrario. El empeoramiento de la situación económica agravó la crisis. Siguieron cuatro años de disturbios. Durante un tiempo, Cuba pareció al borde de la guerra civil. Esta crisis política de 1928-1933 marcó realmente el inicio del descontento.
Para la generación comprendida entre la independencia y Machado, Cuba era, indudablemente, el más próspero de los países sudamericanos, y sus relaciones con Estados Unidos, aunque a menudo imprevisibles, resultaban básicamente fáciles. Muchos cubanos confesaban que la independencia de su país se debía en gran parte a Norteamérica y que esta potencia había proporcionado capitales para desarrollar la economía cubana.
Pero la usurpación de Machado de otros cinco años de mandato quebró esa amistad. Las empresas y la Administración norteamericanas apoyaron a Machado, con lo que el Gobierno Hoover se vio implicado en el sostenimiento de un régimen progresivamente indefendible. No sería la última vez que algo semejante sucedía en la historia diplomática de este siglo.
Característica significativa de la lucha contra Machado fue la formación de una oposición de clase media dispuesta a matar y lanzar bombas. Era la sociedad secreta ABC, dividida en subgrupos y secciones y, en los últimos años, demasiado familiar. También los grupos comunistas se mostraban activos. La policía, entre tanto, se convertía en una banda de criminales. Además, hacia 1932, la depresión dejaba prácticamente estancada la industria azucarera. Escaramuzas y ejecuciones se sucedían sobre un escenario de hambre y miseria. En el verano de 1933, la abdicación de Machado fue asegurada por Summer Welles, enviado especial del Presidente norteamericano. Pero, al provocarse un vacío, se hacía mucho más difícil llenarlo.
Al inevitable Gobierno de hombres buenos de rectas intenciones, lo derrocó una coalición de sargentos y estudiantes. Aquellos, al mando del sargento Batista, un mulato hijo de campesinos en Oriente; éstos, dirigidos por un profesor radical inspirado por el doctor Grau San Martín.
Nunca se había dado en Cuba tal alianza y no la recibió con agrado Summer Welles. El desorden continuó porque bandas armadas con etiquetas políticas campaban por sus respetos.
Batista se deshizo antes de los oficiales del antiguo ejército. Luego, del doctor Grau San Martín. Hacia 1934, el desconocido sargento tenía todo el poder. Pero sería capaz de conceder apariencia legal a una cadena de Presidentes títeres.
Resulta difícil valorar, a la luz de un material monográfico pobre, el Gobierno de Cuba en el periodo 1934-1940.
Batista y sus marionetas alumbraron un sistema político que pudo haber echo ilustrada y próspera a Cuba. El periodo concluyó con el establecimiento de una Constitución moderna, con sufragio universal, por el que se eligió Presidente a Batista en 1940. Este autorizó a los comunistas a constituir una organización laboral que rápidamente se implantó en industrias azucareras y muelles.
Una serie de leyes limitaron la participación extranjera en la economía cubana. En particular, se retiró la muy odiada enmienda Platt, introducida por el Senado norteamericano en 1902, que facultaba a Estados Unidos a intervenir militarmente en determinadas circunstancias.
El Gobierno abordó medidas de diversificación agrícola. Batista había establecido en Cuba, sin pretenderlo, un Estado corporativo con capacidad de autorregularse a través de la Constitución de 1940.
Pero en este Gobierno había un fallo sustancial: las bandas armadas con etiqueta política de los últimos días de Machado seguían operando, con nuevos jefes o distintos rótulos, en un país donde el campo nunca estuvo libre de bandidos con connotaciones políticas desde las guerras de independencia.
Esas bandas armadas se relacionaron ahora con la policía y en la Universidad. Parecían incontrolables y el Gobierno optó por aplacarlas o infiltrarse en ellas.
Otro fallo de este Gobierno fue que prosperó la corrupción en la Administración a despecho del fervor con que se la atacaba.
Batista gobernó como Presidente democrático de 1940 a 1944 y se retiró democráticamente cuando llegó su hora. Su mandato coincidió con la Segunda Guerra Mundial, en que Cuba, aliado fiel de Estados Unidos, proporcionó a éste sus reservas de níquel.
Durante la alianza ruso-norteamericana posterior a 1941, los comunistas, que siempre sostuvieron indirectamente a Batista, entraron en el Gobierno. Fueron ministros el doctor Carlos Rafael Rodríguez y el doctor Juan Marinello. El movimiento sindical apoyó sin resistencias al Gobierno y una gran demanda de azúcar incrementó la prosperidad.
El candidato de Batista para sucederle en 1944 fue derrotado. El nuevo Presidente era el doctor Grau San Martín, el mismo compañero de Batista durante unos pocos meses de 1933.
Grau había formado un partido que, sobre el papel, parecía un movimiento político: los auténticos (Partido Revolucionario Auténtico). Participaban en él muchos de aquellos estudiantes que habían intervenido en la caída de Machado y lo sostenía una floreciente clase media.
El doctor Grau, una distante y misteriosa personalidad, había mantenido una reputación de austero y progresista. Parecía como si su elección abriera una etapa de limpieza.
No sería así, definitivamente. Aumentaron el gangsterismo político y la corrupción. La paz mundial trajo grandes oportunidades de enriquecimiento.
Probablemente, el Gobierno estaba fortalecido por una hábil escisión practicada en los sindicatos para privar de influencia a los comunistas en el movimiento obrero. Ejercida por el doctor Carlos Prío y el antiguo líder sindical comunista Eusebio Mujal, tenía, indudablemente, el apoyo norteamericano. Pero esta acción quedó debilitada por la rebelión dentro del partido del demagógico, aunque atractivo, doctor Eduardo Chibas.
Chibas había fundado un movimiento aparte, los ortodoxos (Movimiento Revolucionario Ortodoxo) y en una serie de charlas radiofónicas, oídas por cientos de miles de personas, denunció a Grau y Prío (que había sucedido a Grau en 1948).
A principios de los años cincuenta existía en Cuba una amplia demanda de cambios políticos, concentrados en el fin del gangsterismo y de la corrupción y en nuevas y más solidas medidas de diversificación agrícola. Había también un generalizado sentimiento de incomodidad hacia el dominio norteamericano en la vida económica y cultural del país. Canalizar estos deseos era misión de los ortodoxos. Desgraciadamente, el doctor Chibas, aunque inteligente, era un histérico y se suicidó en una emisora de radio después de haber pronunciado un discurso particularmente violento. Si fue azar o premeditado, nunca estuvo claro.
Su sucesor en el partido y candidato ortodoxo en las elecciones de 1952 fue una persona sin gancho, Roberto Agramatz, aunque no cabía duda que, de ser elegido, habría en Cuba una gigantesca limpieza.
Tampoco fue así. En las elecciones contendía un trío: Agramatz, el candidato gubernamental doctor Hevia y el Presidente Batista. Este último no lo estaba haciendo bien en la campaña electoral. Parecía persuadido por alguno de sus viejos amigos militares de que su obligación era tomar el poder en un golpe de Estado y desempeñar el papel de cirujano de hierro que la nación deseaba. El 10 de Marzo, con el único proposito de restablecer la ley tanto para el capital como para el trabajo, el general Batista, contando con el benplacito de Washington, dió un golpe de estado que le llevó nuevamente al poder de la república de Cuba.
El amenazado Presidente Prío huyó y con gran facilidad se paralizó la Administración constitucional. Facilidad que era una señal inequívoca de que no muchas personas confiaban en el sistema.
El nuevo régimen de Batista duró aproximadamente siete años: de marzo de 1952 a diciembre de 1958. Batista enredó a Cuba en una alianza entre el servicio civil, los sindicatos y el Ejército, aunque éste estaba dividido. Fue un perído de creciente prosperidad y también de esporádicas inquietudes.
Una vez más, la Embajada y la Administración norteamericanas se situaron en una posición ambigua. Por una parte, confiaban en Batista por haber sido su aliado en la Segunda Guerra Mundial y porque conocían su habilidad para deshacerse de los comunistas. Pero por otra, no dejaban de escandalizarse por los métodos de su policía, la debilidad de su ejército y su deshonestidad administrativa.
En seguida comenzó la oposición a Batista. Jóvenes desencantados asistieron a las campañas de terrorismo y propaganda que caracterizaron al ABC de la era Machado. Apareció en la Habana un movimiento de protesta conducido por un antiguo candidato ortodoxo al Congreso en 1952, el joven abogado Fidel Castro, que subió a la montaña en 1957, después de haber fracasado en su ataque a un cuartel en 1953.
Un audaz intento de asesinar a Batista en el Palacio Presidencial, en marzo del1957, provocó la extinción del movimiento estudiantil de protesta. Unos 50 miembros del Directorio, consiguieron entrar en el palacio, pero pronto la mitad fue abatida por la guardia y efectivos del ejército. Tras el asalto a Radio Reloj, donde fue transmitido un llamamiento a la insurreción, murió también el jefe del directorio y de la Federación Estudiantil Universitaria, Jose Antonio Echevarría. El fracaso se debió ,en parte, a la ausencia de un grupo de apoyo.
Una ola de terror se desató en Cuba tras el frustado intento de asalto al palacio presidencial. Por orden de Batista, la policia y el ejercito emprendieron una oposición indiscriminada de las fuerzas opositoras, aún siendo totalmente ajenas al directorio revolucionario. Pero la policía de Batista era asombrosamente eficaz matando o neutralizando a los que se oponían en las ciudades.
Los altercados se sucedieron. En septiembre de 1957, más de 600 personas murieron, en la ciudad de Cienfuegos, como consecuencia de la represión desatada por las fuerzas gubernamentales tras el alzamiento de 200 marinos a los que se le unieron miembros del movimiento del 26 de Julio y numerosos simpatizantes. En febrero del 1958, miembros del movimiento del 26 de Julio, capturaron al automovilista argentino Fangio, campeón mundial de formula1 como modo de protesta coontra el régimen de Batista y como medio eficaz de dar a conocer a todo el mundo que el hecho de que un grupo guerrillero, al mando de Fidel Castro, operaba desde hacía meses en Sierra Leona. A las 28 horas, Fangio fue liberado.
Quienes sobrevivieron a estas actividades huyeron a la montaña a unirse con Castro, que con doscientos o trescientos hombres, hacia mediados de 1958, se sostenía con muchas menos dificultades de las previstas gracias a las asperezas del terreno y la incompetencia del ejército
Durante un tiempo, una hábil campaña de relaciones públicas realizada por los amigos de Castro en la Habana, y aún más, en Estados Unidos, dibujó a Castro en las mentes de muchos como una especie de moderno Robin Hood que quería llevar a cabo el programa ortodoxo de 1952, reformista ciertamente y socialista en algunos puntos, pero básicamente democrático y liberal.
Las consecuencias de esta campaña de relaciones públicas y de la divulgación de las brutalidades de la policía fueron notables. La Administración norteamericana se apartó de los que, pese a todo, apostaban por Batista para favorecer a los partidarios de que Castro encarnaba una nueva era.
El 1 de Abril, la "Radio Rebelde", la emisora revolucionaria cubana, difundió la declaración de guerra total, por parte de la Comandancia del ejército Rebelde y la Dirección nacional del movimiento del 26 de Julio, al régimen de Batista
A principios de 1958, el Presidente Eisenhower suspendió la venta de armas a Batista con el argumento de que se habían empleado contra la oposición interna en vez de contra un enemigo exterior.
Esto fue un serio golpe propagandistico para Batista. Otro fue el fracaso de la campaña veraniega de 1958 para sitiar el pequeño grupo guerrillero castrista. Y el tercero la evidencia creciente de que la oposición a Batista se estaba uniendo en torno a la ya figura mítica de Fidel Castro.
Batista trató desbaratar esta oposición sacando a escena unos comicios que le permitieran retirarse noblemente en favor de un candidato de su elección. Pero esas elecciones, boicoteadas por numerosos miembros de la oposición resultaron un claro fraude.
La ruptura, tan lejana como el problemático éxito de la rebelión, llegó a fines de 1958 cuando pequeños grupos de partidarios de Castro llevaron su campaña contra el Gobierno a provincias, desde donde se mostraban extraordinariamente activos.
En este panorama intervino Estados Unidos. Emisarios secretos llegaron a la Habana para persuadir a Batista de que cediera sus poderes a un Gobierno democrático de centro.
Batista dió largas y luego, bastante inconsecuente, huyó sin avisar de sus intenciones a los norteamericanos. Dejaba un vacío en el país que Castro, para su sorpresa, sería capaz de llenar después de haber ocupado simplemente una delgada franja del este de Cuba y sin un programa político perfilado.
La guerra concluía al tiempo que se iniciaban las represalias contra la policia de Batista y sus amigos. La guerra había costado a Cuba alrededor quizá de mil quinientas muertes. Una vez más giraba la rueda y una clase distinta de emigrantes huía a Estados Unidos. Comenzaba el reinado de la utopía.
En la madrugada del 1 de enero de 1959 la noticia corrió como un reguero de pólvora, Batista había huido. Aislado y sin fuerza que oponer al arrollador avance de los castristas, el dictador había tenido que rendirse a la evidencia. Aprovechó la tradicional fiesta de nochevieja en el Campamento Columbia para reunir por última vea A los miembros de su Gobierno, A sus jefes militares y a sus amigos mas íntimos. Alli les comunicó su decisón, dimitio oficialmente y, acompañado por un séquito de cuarenta personas , se dirigió al aeropuerto militar, donde tomó un avión con destino a la república Dominicana.
La muchedumbre se lanzó a la calle, invadió los caminos y comenzaron los saqueos....cuando el juez Piedra (el magistrado mas antiguo del Tribunal Supremo, designado Presidente provisional por Batista antes de su marcha) hacía pública en el palacio presidencial una orden de alto el fuego dirigida al ejército, y solicitaba a Fidel Castro que hiciera lo mismo.
Fidel que se alojaba en el Central Palma, cerca de Santiago no perdió el tiempo. Decidió la toma de la ciudad, símbolo de la resistencia para los castristas, y ordenó a Che Guevara y a Camilo Cienfuegos marchar sobre La Habana.
Una columna del ejército rebelde dirigida por Che Guevara se dirigió rápidamente hacia La Habana y a su paso recibe la rendición de centenares de oficiales del ejército de Batista. En su lucha contra el corrupto régimen del dictador los guerrilleros -que se distinguen por sus uniformes verde oliva y sus profusas barbas- consiguieron el apoyo de los campesinos en Sierra Maestra, mientras en las ciudades operaba el Movimiento Revolucionario 26 de Julio, creado por Fidel Castro en 1955.
Por su parte, Radio Rebelde, que transmitía machaconamente consignas al movimiento clandestino y a los miembros del 26 de Julio para que mantuvieran el orden y evitaran venganzas al tiempo que se ocupaban cuateles, comisarías de policia y edificios administrativos, dió instrucciones para que todas las emisoras de radio de la isla se pusieran en su sintonía: Castro iba a hablar. En su primera alocución, el comandante pidió que nadie se tomase la justicia por su mano y ratificó la orden de huelga general para el día siguiente.
Fidel Castro, su hermano Raul, Che Guevara y Camilo Cienfuegos son aclamados como héroes por las masa cubanas. Durante la noche del 1 al 2 de enero se consuma el triunfo rebelde. Tras una entrada apoteósica en Santiago, el baluarte de la libertad, Fidel, se dirigió a la multitud en un vibrante discurso: Esta vez, la revolución que no se hizo, se hará. Y anunció que el juez Urrutia era el nuevo Presidente provisional de Cuba. En La Habana, mientras tanto, Guevara tomaba el cuartel de La Cabaña, Cienfuegos el campamento Columbia y los comandantes Cubele y Chomón ocupaban el palacio presidencial.
A la mañana siguiente, la ciudad, paralizada por la huelga, se pobló de gente armada. Comenzaba una larga semana de tensa espera. en La Habana, todo el mundo aguardaba a Fidel, el comandante en jefe del ejército, heroe de la revolución, y este parecía no tener prisa. Lentamente, aclamado por gentes enfervorizadas recorrió su camino desde Santiago a La Habana. Cuando al fin, el día 8 de enero, la columna motorizada de Castro entró en la ciudad, la multitud hipnotizada corroboró su rotundo triunfo.
El programa de Gobierno de los revolucionarios ponía, en primer plano, la realización de una reforma agraria profunda, la democratización del país y una política basada en la justicia social. Hasta abril de 1961, Castro no llamó a sus ciudadanos en defensa de la revolución socialista levantando, de este modo, por primera vez la máscara que ocultaba su ideología.